El ángel del Otro Mundo

Màrimo limpió las lágrimas que resbalaban por sus mejillas con el puño de su camiseta y bajó la vista a la tierra, a los tonos ocres y marrones que se extendían a varios metros bajo ella. Llevaba horas contemplando el cielo estrellado desde su lugar secreto, la cima de la montaña Suharema, el único sitio donde podía concentrarse sin ser molestada y utilizar el poco poder que le quedaba.

Echó un último vistazo a la imponente constelación Orión y no pudo evitar recordar a su hermana melliza Angelina. La dibujó en su memoria justo como la última vez que la vio a través del frío cristal que las separaba. Allí estaba llorando de nuevo con la cara entre sus manos en su silla de ruedas. Màrimo siempre supo que aquella gente era cruel por mucho que intentasen disimularlo hablándoles con cariño cuando les consolaban. Ese cristal era una prueba de ello: podían verse, pero nunca les permitían relacionarse ni mucho menos hablarse, al menos no en ese mundo.

El único momento en el que tenían contacto era durante las incursiones en el Otro Mundo, pero allí de nada le servía, su dulce Angelina se convertía en un ente duro, implacable y autoritario que cada vez le insuflaba más miedo. Màrimo sacudió la cabeza intentando espantar esos recuerdos. Aún seguía culpándose por escapar de aquel centro de los horrores dejando atrás a su hermana, aunque sabía, en el fondo de su alma, que ya no había salvación para ella.

Sonrió. Tampoco había salvación para sí misma. Todo estaba escrito. Todos estaban condenados. Su única esperanza era que Rozner, Hopper, o como quisiese llamarse ese chaval que llegó meses después de su huida, cumpliese con su cometido.

Màrimo había quedado conectada al Otro Mundo después de multitud de sesiones y, le gustase o no, podía proyectarse allí de algún modo. En cada ocasión era diferente, pero tenía claro lo que debía hacer: ayudar a los que allí estaban, alertarlos de la llegada de Vistinu, su hermana.

Conforme iba creciendo mejoró el control de sus incursiones en el Otro Mundo y también fue capaz de gestionar el esfuerzo y no caer desfallecida en cada conexión.

La primera vez que apareció en la otra dimensión no fue capaz de salvar a la madre de Lobo de la paliza que le propinó su pareja y tuvo que tragarse las lágrimas durante días. Intentó reparar su fracaso susurrando al oído al pobre Gill para que se apiadase de ella y la acogiese en su casa. Al menos pudo salvar a Lobo aunque solo fuese durante su tierna infancia…

Años más tarde consiguió aparecer como un espectro junto a la celda donde estaba recluido el traicionado y mancillado coronel Víctor. Fueron solo unos segundos, pero fueron suficientes. Víctor seguía procesando los motivos que le habían llevado a una de las cárceles de máxima seguridad y no podía conciliar el sueño. Màrimo apareció con su forma humana, aunque borrosa ya que sus extremidades y su rostro se perdían en la oscuridad del habitáculo. Víctor creyó que estaba soñando cuando escuchó a la figura decirle: «Confía en el coyote, Víctor. Confía en Jocelyn, es tu único aliado ahora mismo». Acto seguido, la oscuridad se tragó a Màrimo.

Comunicarse con Khaser y Antakira fue más sencillo, eran almas más sensibles y receptivas, quizá gracias a la sabiduría que solo dan los años en el caso del buey, o en el caso de Antakira, gracias a las limitaciones de su vista. Màrimo aprovechó la flaqueza de Khaser tras ser retirado de los cuadriláteros para comunicarse con él. Lo hizo a través de un sueño del luchador donde los bueyes salvajes pastaban libremente en un verde prado. Tomó el cuerpo de uno de ellos y le dijo: «Pronto llegará tu último combate. Ayuda a tus amigos, te necesitan. Alístate, Khaser»

Con el husky fue más complicado, era un espíritu rebelde y fuerte, siempre que intentaba comunicarse con Axel su energía se desbordaba aunque nunca cejó en su empeño puesto que este era una pieza fundamental para acabar con Vistinu.

Notaba a su melliza revolverse en su cápsula de líquido amniótico cada vez que ella se introducía en su mundo, mientras el Dr. Morsa tomaba nota de los picos que despuntaban en el informe, intentando comprender qué era lo que los provocaba.

Màrimo se sentía agotada, percibía el final, pero no le daba miedo sino que lo ansiaba. Pronto toda aquella locura habría terminado, aquel juego de dioses no volvería a repetirse. Con la liberación de Hopper llegaría el final: no habría más Angelinas, más destrucción, más sufrimiento de niños o animales, ni en este ni en el otro mundo, aunque eso supusiese también su muerte.

Esta entrada intenta satisfacer la petición de los chicos de «Las Crónicas del Otro Mundo». En ella me retaban a crear un personaje femenino que pudiese encajar en la historia y valiente que es una, pues me saqué de la manga a la hermana melliza de la villana, que consiguió huir del centro de experimentación. No sé si habré cumplido con las expectativas, pero al menos espero que hayáis pasado un buen rato.

PS: El nombre de la prota me lo disteis vosotros…